
La ansiedad es una de las condiciones de salud mental más comunes en el mundo, pero diversos estudios muestran que las mujeres tienen el doble de probabilidad de padecerla en comparación con los hombres. Esto no significa que la ansiedad sea “exclusiva” de ellas, sino que existen factores biológicos, psicológicos y sociales que hacen que su impacto sea mayor en la vida femenina.
1. Factores biológicos y hormonales
Las hormonas sexuales como el estrógeno y la progesterona influyen directamente en los neurotransmisores que regulan el estado de ánimo.
- Durante la adolescencia, el ciclo menstrual, el embarazo, el posparto y la menopausia, las mujeres experimentan variaciones hormonales que pueden intensificar la ansiedad.
- Además, el eje hipotálamo-hipófisis-adrenal (HHA), que regula la respuesta al estrés, suele activarse con más facilidad en las mujeres.
2. Factores psicológicos
Las mujeres tienden a presentar un estilo de pensamiento llamado rumiación, es decir, dar vueltas constantes a las mismas preocupaciones, lo que alimenta los síntomas ansiosos.
También suelen mostrar mayor sensibilidad al rechazo y una autocrítica más elevada, lo que aumenta la vulnerabilidad frente a la ansiedad.
3. Factores sociales y culturales
En muchos contextos, las mujeres enfrentan mayores cargas de cuidado (hijos, pareja, padres mayores), además de responsabilidades laborales y sociales. Esta sobrecarga incrementa el nivel de estrés diario.
A esto se suma la presión social sobre la apariencia física, el rol materno y el éxito profesional, factores que pueden convertirse en detonantes de ansiedad.
4. Consecuencias específicas
Cuando la ansiedad no se atiende, puede derivar en problemas como:
- Trastornos de sueño.
- Síntomas físicos (dolores de cabeza, tensión muscular, problemas digestivos).
- Mayor riesgo de depresión.
- Dificultades en las relaciones personales y familiares.
5. El camino hacia el bienestar
La buena noticia es que la ansiedad tiene tratamiento. Estrategias como la psicoterapia especializada, los grupos de apoyo, la educación emocional y, en algunos casos, la medicación, son muy efectivas para recuperar el equilibrio.
Reconocer que la ansiedad es más frecuente en mujeres no debe verse como una “debilidad”, sino como un llamado a brindar más recursos y acompañamiento a ellas.
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